De este modo se despiden los carteles de la terminal de salidas del aeropuerto de los viajeros que están a punto de abandonar Nueva Zelanda. Y acompañado de algunas fotografía impresionantes de los rincones más renombrados que te ayudan a asimilar el cúmulo de experiencias únicas que has vivido en pocos días, y la maravilla de los lugares que has presenciado.
Y es tal cual. La sensación es exactamente la que describe el slogan: siempre querrás más! Siempre quedarán en tu lista esos lugares que descartaste al planificar el viaje por falta de tiempo, aquellos a los que sobre la marcha hubo que renunciar porque los días no daban para más, o esos otros a los que pudiste llegar y pasar unos minutos o unas horas, pero le hubieras dedicado mucho más... y es que eso forma parte del propio viaje, el tiempo es limitado, por lo que hay que elegir entre lo que merece la pena y lo irrenunciable!
Sin embargo, en nuestro caso, nos vamos con la certeza de que las dos semanas nos han cundido al máximo. Le hemos sacado todo el partido posible, y nos vamos con la impresión de llevarnos un pedazo de esta Isla con nosotros.
Ha sido un viaje intenso. Marcado por el carácter nómada que le da la furgoneta, compartiendo un habitáculo en el que parece mentira que hayamos sido capaz de organizarnos y convivir los tres (ni en Gran Hermano! :) Marcado por lo pronto que anochecía, que hacía que las jornadas se hicieran demasiado cortas. Marcado por los lugares recónditos donde hemos dormido, alejados de todo y de todos, que hacían que a las 6 de la tarde no hubiera más que hacer que compartir la luz de la luna, una charla y una cerveza. Marcado por los muchos kilómetros que separan unos lugares de otros, por las muchas horas de carretera. Marcado por la variedad de paisajes y por la sucesión de lugares fascinantes que iban asomando ante nosotros...
No existe una cámara que sea capaz de fotografiar una inmensidad y una belleza semejante... por eso, más allá de las miles de fotos que llevamos con nosotros, solamente los recuerdos extendidos de las instantáneas, de las sensaciones y de las experiencias que hemos vivido, son capaces de hilvanar unas zonas con otras construyendo un recorrido de fantasía que hace que la realidad supere la ficción. Ni el más creativo de los creadores de videojuegos sería capaz de diseñar un escenario que pudiera reflejar de un modo igual la naturaleza en su máxima expresión.
Además hemos tenido una gran suerte de ver este pedazo de Nueva Zelanda en esta época. Cada estación impone su sello en el paisaje durante unos meses, por ello, si viajas a este país en un momento del año u otro, la experiencia puede ser completamente distinta y podría parecer que estás visitando un destino diferente. En nuestro caso, el Otoño ha sido el gran protagonista... no hemos visto tanta nieve como ocurre en los meses de Invierno, en el que la imagen de las montañas ofrece un panorama completamente alpino, ni tampoco el agua corriendo a sus anchas como ocurre en Primavera con el deshielo... sin embargo, la explosión de colores y tonalidades de la que hemos sido testigos no la cambiaríamos por nada del mundo!
Es increíble que todavía quede en el mundo un lugar en el que parezca que la naturaleza ha seguido su curso sin haber sufrido mayores alteraciones... es como si pudieras percibir como es o más bien como hubiera sido este planeta si todo hubiera seguido de algún modo su curso natural... sin que la mano del hombre parezca presente en la mayor parte del mismo.
Por eso, y en pocas palabras, nadie debería perderse este rincón del planeta... y tenía que ser obligatorio visitarlo! Nosotros tenemos la suerte de haberlo hecho... ojalá podamos volver a recorrerlo de nuevo algún día!
Y es tal cual. La sensación es exactamente la que describe el slogan: siempre querrás más! Siempre quedarán en tu lista esos lugares que descartaste al planificar el viaje por falta de tiempo, aquellos a los que sobre la marcha hubo que renunciar porque los días no daban para más, o esos otros a los que pudiste llegar y pasar unos minutos o unas horas, pero le hubieras dedicado mucho más... y es que eso forma parte del propio viaje, el tiempo es limitado, por lo que hay que elegir entre lo que merece la pena y lo irrenunciable!
Sin embargo, en nuestro caso, nos vamos con la certeza de que las dos semanas nos han cundido al máximo. Le hemos sacado todo el partido posible, y nos vamos con la impresión de llevarnos un pedazo de esta Isla con nosotros.
Ha sido un viaje intenso. Marcado por el carácter nómada que le da la furgoneta, compartiendo un habitáculo en el que parece mentira que hayamos sido capaz de organizarnos y convivir los tres (ni en Gran Hermano! :) Marcado por lo pronto que anochecía, que hacía que las jornadas se hicieran demasiado cortas. Marcado por los lugares recónditos donde hemos dormido, alejados de todo y de todos, que hacían que a las 6 de la tarde no hubiera más que hacer que compartir la luz de la luna, una charla y una cerveza. Marcado por los muchos kilómetros que separan unos lugares de otros, por las muchas horas de carretera. Marcado por la variedad de paisajes y por la sucesión de lugares fascinantes que iban asomando ante nosotros...
No existe una cámara que sea capaz de fotografiar una inmensidad y una belleza semejante... por eso, más allá de las miles de fotos que llevamos con nosotros, solamente los recuerdos extendidos de las instantáneas, de las sensaciones y de las experiencias que hemos vivido, son capaces de hilvanar unas zonas con otras construyendo un recorrido de fantasía que hace que la realidad supere la ficción. Ni el más creativo de los creadores de videojuegos sería capaz de diseñar un escenario que pudiera reflejar de un modo igual la naturaleza en su máxima expresión.
Además hemos tenido una gran suerte de ver este pedazo de Nueva Zelanda en esta época. Cada estación impone su sello en el paisaje durante unos meses, por ello, si viajas a este país en un momento del año u otro, la experiencia puede ser completamente distinta y podría parecer que estás visitando un destino diferente. En nuestro caso, el Otoño ha sido el gran protagonista... no hemos visto tanta nieve como ocurre en los meses de Invierno, en el que la imagen de las montañas ofrece un panorama completamente alpino, ni tampoco el agua corriendo a sus anchas como ocurre en Primavera con el deshielo... sin embargo, la explosión de colores y tonalidades de la que hemos sido testigos no la cambiaríamos por nada del mundo!
Es increíble que todavía quede en el mundo un lugar en el que parezca que la naturaleza ha seguido su curso sin haber sufrido mayores alteraciones... es como si pudieras percibir como es o más bien como hubiera sido este planeta si todo hubiera seguido de algún modo su curso natural... sin que la mano del hombre parezca presente en la mayor parte del mismo.
Por eso, y en pocas palabras, nadie debería perderse este rincón del planeta... y tenía que ser obligatorio visitarlo! Nosotros tenemos la suerte de haberlo hecho... ojalá podamos volver a recorrerlo de nuevo algún día!
Sniff sniff, qué grandes recuerdos pareja! Habrá que repetirlo... algún día ;)
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