martes, 18 de diciembre de 2012

Brighton Bathing Boxes


A unos 15 kilómetros del centro de Melbourne se encuentra un pequeña playa, que alberga uno de los mayores reclamos turísticos de la ciudad.

Se puede llegar en tren, o bien caminando desde St Kilda, el barrio playero de Melbourne, en un agradable paseo atravesando Elwood, a lo largo de la costa de la Bahía de Port Phillip.

Brighton es uno de los barrios adinerados de Melbourne, con zonas residenciales en las que se pueden encontrar casas fabulosas con preciosas vistas al mar. 

Pero sobre todo, este barrio es conocido por las Brighton Bathing Boxes, un colorido grupo de 82 pequeñas casitas que se encuentran en Brighton Beach y que se han convertido en un icono de Melbourne.


Todas ellas tienen una estructura y tamaño casi idénticos, y se encuentran pegadas unas a otras, en la misma arena de la playa, a escasos diez metros de la orilla.


Sin duda lo que más llama la atención es su llamativo colorido, siendo todas diferentes unas de otras.


Y también, el entorno. Ya que se encuentran en un enclave que conforma un bonito paisaje con el ¨skyline¨de Melbourne a lo lejos.


Por último, lo que hace especial a estas casitas, es que tienen Historia. Fueron construidas en torno a 1865, y eso en un país como Australia en el que las construcciones antiguas brillan por su ausencia, les confiere un carácter especial.


Por eso, aunque ninguna de ellas tiene electricidad, agua corriente o ningún otro tipo de servicio, y realmente no son más que un pequeño cobertizo donde almacenar algunos utensilios para disfrutar de un día en la playa, sus propietarios pueden llegar a pagar un auténtico dineral por poseer una de estas exclusivas casitas.


Al estar pintadas cada una de un modo, le da a la playa un toque artístico, muy fotogénico.


Pero quizás lo mejor de todo es, que desde la playa se puede observar una preciosa puesta de Sol cayendo al mar en el horizonte... uno de nuestros planes favoritos para despedir el fin de semana…


domingo, 9 de diciembre de 2012

Tasmania (III) - Freycinet


Último día en Tasmania. Nada más levantarnos nos dirigimos el Parque Nacional de Freycinet a pocos kilómetros de Coles Bay donde hemos pasado la noche.

Este Parque Nacional ocupa una península en la costa este de Tasmania, y es reconocido por albergar algunas de las playas más impresionantes de toda la isla.

Hay multitud de rutas para perderse, pero sin duda, la principal atracción es Wineglass Bay,  una increíble bahía a la que se accede tras una hora y media de paseo. El camino es sencillo y entretenido, destacando el mirador que se encuentra a mitad de ruta y desde el cual se observa la espectacular playa con la característica forma redondeada que inspira su nombre: alucinante!!


Ya a pie de playa la arena blanquísima y el azul turquesa del agua forman un conjunto espectacular! De nuevo la suerte nos ha sonreído y el sol brilla en lo alto del cielo para que podamos disfrutarlo como se merece.


Nos tiramos en la playa deleitándonos con el entorno, y disfrutando de las aguas cristalinas.


De repente, desde la orilla, tirados en la arena, observamos algo negro sobresaliendo en el agua; la reacción inmediata: “hostia, tiburones!!” 


...sin embargo a los pocos instantes nos damos cuenta de que son aletas pero de delfines! un grupo de ocho o nueve delfines surcando las aguas de un lado para otro a no más de treinta metros de la orilla…


No os podéis imaginar que emoción!! Sin palabras!! Como locos nos ponemos a perseguirlos caminando por la arena, pensando que en cualquier momento se perderán en el horizonte… pero no es así. Algo más de una hora estamos por allí y ellos siguen dando vueltas de un lado para otro alegrando la visita a la poca gente que va llegando a la playa. No sabemos si será normal que estén por aquí a menudo o no, pero para nosotros ha sido el mejor de los regalos!!!


El listón estaba muy alto después de lo que habíamos visto el día anterior en Bay of Fires, pero este lugar nos ha fascinado… es la playa más bonita que hemos estado nunca!


El paisaje te atrapa y es como si no te dejara escapar. Un buen rato estuvimos en plan nos vamos, no nos vamos… hasta que decidimos echar un último vistazo desde las rocas antes de marchar… y qué grande! cuando uno de los delfines se puso a hacer unas piruetas a pocos metros de nosotros, como fin de fiesta… sin palabras!


En lugar de volver por donde habíamos venido, prolongamos la ruta haciéndola circular. El primer tramo, de una media hora, atraviesa el istmo de tierra entre ambos lados de la península.


Al otro lado, se llega a la playa de Hazards. Otro lugar digno de ser admirado... con una bahía más cerrada, y arena más dorada, pero un playazo impresionante se mire por donde se mire!


Desde allí vuelta al origen, a paso ligero porque con eso de los delfines se nos había ido más tiempo del esperado. El camino es más duro, menos uniforme, y transcurre entre árboles, cerca de pequeñas calas y con preciosas vistas sobre la costa.


Al llegar, cogemos el coche y antes de despedirnos de Freycinet aún nos queda tiempo para ver otra preciosa calita, Honeymoon Bay.


Ahora sí no hay tiempo para más y hay que poner rumbo al aeropuerto, del que nos separan un par de horas por delante y no nos sobra demasiado tiempo. 

Conducir por las carreteras de Tasmania es un disfrute, y seguimos embelesados con el paisaje, tanto interior como de costa, en el que la naturaleza domina por todos lados. 


Tan es así, que Tasmania constituye un lugar simbólico para todo el movimiento ecologista, siendo el primer lugar con un denominado “Partido Verde”. Además, en los años noventa, la lucha y la resistencia contra la tala de árboles y las empresas madereras adquirieron relevancia internacional y un nivel de conflicto social elevado. A raíz de todo ello se nombraron más áreas como Reservas Naturales, sin embargo, aún se critica que no se protege el entorno tanto como debiese.


A nosotros se nos acabó el tiempo. Han sido tres días intensísimos, que han parecido casi unas vacaciones, y en los que Tasmania nos ha enamorado completamente! Ojalá sea protegido como merece, y este lugar permanezca siendo la maravilla que es!

Nosotros ya estamos pensando en hacer una próxima visita si hay posibilidad... hay muchísimo más por ver, entre otras cosas, el Diablo de Tasmania :)

sábado, 8 de diciembre de 2012

Tasmania (II) - Bay of Fires


Amanecemos en Silver Ridge Retreat. Si ya ayer al caer la noche nos había parecido bonito, de día es una auténtica pasada. El monte Roland preside la escena y la pequeña charca a sus pies hace las veces de espejo. 


Una maravilla comenzar el día en semejante entorno. No nos extraña que el propietario sea un tipo de Sudáfrica que quedó enamorado de Tasmania  decidió quedarse en este lugar.

A pocos kilómetros se encuentra Sheffield, un pueblecillo bastante chulo, que tiene como peculiaridad que gran parte de las tapias de las casas se encuentran adornadas por pinturas. De hecho una vez al año hace un festival de murales que tiene bastante renombre.


Desde allí nos esperan de nuevo un montón de kilómetros casi atravesando toda Tasmania, hacia el norte de la costa este, y en concreto al Parque Natural “Bay of Fires” (Bahía de los Fuegos).

A la hora de hacer la ruta, nos estuvimos pensando muy mucho si merecería la pena ir hasta tan lejos considerando el palizón de coche, pero después de ver unas cuantas fotos no nos pudimos resistir.

El camino de nuevo nos demuestra que Tasmania es completamente verde. No nos encontramos prácticamente núcleos urbanos, a excepción de Launceston, la segunda ciudad con mayor población, que está en el camino, pero en la que ni siquiera paramos a echar un vistazo. El resto son pequeñas casas desperdigadas, y algún pueblo, pero sobre todo extensiones de colinas y valles con un carácter rural absoluto. De vez en cuando también atravesamos algún bosque en los que la carretera se estrecha y se retuerce haciendo que los kilómetros no caigan.


Finalmente, tras 4 horas de coche, llegamos a St Helens, un pueblo costero que es la puerta de entrada del Parque Natural. Adentrándonos en él, por fin vemos el mar. Esta costa la baña el Mar de Tasmania, que separa Tasmania de Nueza Zelanda. Comenzamos también a apreciar la magnitud de las playas que se van dibujando a uno de los lados, mientras en el otro sólo hay vegetación, sin un solo edificio a la vista.


Por fin llegamos hasta casi el final, aparcamos el coche y alucinamos admirando la belleza de este lugar.


El agua de un azul turquesa espectacular, la arena blanca como si fuera harina, y para completar, rocas con formas redondeadas que tiene un peculiar tono anaranjado que contrasta y ensalza el resto de las tonalidades…


Una auténtica locura de sitio… sin nadie alrededor, y encima con un sol de justicia y sólo unas cuantas nubes para hacer la imagen aún más bonita si cabe! Ya se nos han olvidado todos los kilómetros!


Nos comemos un bocadillo que nos sabe mejor que en cualquier restaurante de lujo, y luego nos recreamos paseando por la playa… comentando que puede ser posiblemente la más bonita que hemos pisado nunca! Y eso es bastante decir, que ya van unas cuantas bien chulas! :)


El mar tiene fuerza y las olas rompen con ganas, el aire viene fresco, pero con semejante playazo no hay quien se resista a probar el agua… Dios que fría estaba!


Antes de emprender camino de vuelta continuamos hasta una zona de dunas de arena blanquísima, y donde el mar rompe más fuerte adquiriendo un color mucho más oscuro. Las piedras eso sí, siguen teñidas de los característicos tonos naranjas.


Otra vez en carretera. Aún quedan unas horas de luz y todavía nos esperan por delante otras dos horas de coche para llegar al Parque Nacional de Freycinet donde pasaremos la noche. Igual que con Cradle Mountain, venir hasta aquí ha sido una locura de kilómetros, pero sin lugar a dudas a merecido la pena.

En el camino, el paisaje nos maravilla, con la carretera surcando la costa pegada al mar, ofreciéndonos panorámicas sensacionales...


...y montones de playas que quitan el hipo.


Llegamos al albergue, en Coles Bay, pequeña localidad de entrada a Freycinet. El Sol está cayendo y nos da tiempo por los pelos a ver como se pierde en el mar… última imagen preciosa, de un día espectacular!


viernes, 7 de diciembre de 2012

Tasmania (I) - Cradle Mountain


Tasmania es el llamado séptimo estado de Australia, y el  único que es una isla propia. Le distancian unos 250 km de Victoria, situándose casi debajo en línea recta desde Melbourne, y separado por el Bass Strait (Estrecho de Bass). Por ello, existe la opción de viajar en ferry. Sin embargo, cogiéndolo con antelación los vuelos salen muy baratos y alquilar un coche allí también es bastante económico, por lo que casi merece más la pena.

Pillamos un día de vacaciones, así que teníamos 3 días largos por delante. Sin embargo, en Tasmania hay infinidad de lugares que visitar, así que, planear la ruta no fue tare fácil, y una vez más desesperamos con las distancias.

Nuestro destino para el primer día era Cradle Mountain - Lake St Clair National Park, un parque natural en el noroeste, a casi 400 kilómetros desde la capital Hobart (en el sur de la isla). 

El vuelo llegó temprano por lo que a las 8 y media de la mañana ya estábamos al volante, no había tiempo que perder! Es impactante como nada más salir del aeropuerto, ya se tiene la sensación de estar en mitad de la naturaleza, como si hubieras aterrizado en mitad del campo. Una carretera estrecha se va abriendo paso entre granjas y pequeñas casas desperdigadas entre las colinas. Todo es verde alrededor, y comenzamos a ver las tan típicas ovejas, dueñas de los pastos de Tasmania. 


Conducir por aquí es un placer, el paisaje es una maravilla y la sensación de relax es difícil de describir. 


Prácticamente no nos cruzamos con nadie, y es normal porque todo Tasmania tiene una población de sólo medio millón de habitantes, de los cuáles dos tercios viven entre Hobart y Launceston, las dos principales ciudades. Parece mentira que a pocos kilómetros de la capital, se pueda respirar un ambiente puramente rural. 


Tras unas cuantas horas, viendo algún pequeño pueblecillo y entretenidos con el paisaje, nos adentramos en las zonas que preceden a Cradle Mountain. Entre curva y curva ya a punto de llegar a nuestro destino, algo me llama la atención en la cuneta: “eso era un Echidna!”. Dejo el coche a un lado y camino hacia atrás unos cuantos metros y efectivamente allí está este animal característico de Australia. Una especie de erizo gigante, con una nariz de lo más peculiar, que pensábamos que nunca tendríamos la suerte de ver! El bicho no está tan contento con nuestro hallazgo, y al percatarse de nuestra presencia se pierde entre la maleza… no nos ha dado tiempo ni a echarle una foto... pero poder verlo ha sido un regalazo!

Pocos kilómetros más adelante, no salimos de nuestro asombro, cuando nos topamos con otro par de ellos. Uno se esconde dentro de la tierra en cuanto percibe nuestra presencia, pero al otro nos da tiempo a pillarlo cerca de la carretera! No sabemos si habrá sido suerte o es que realmente abundan por estos terrenos, pero nos ha dado todo el buen rollo!


Finalmente hacia las 15:00 llegamos al Parque Natural. Tenemos que darle duro para que nos de tiempo a ver lo más posible, ya que sólo tenemos la tarde para recorrerlo.

La primera ruta que hacemos es la más típica, alrededor de Dove Lake, un lago rodeado de montañas que confecciona una de las imágenes más populares de Tasmania. Es muy sencilla y llana, pero nos lo tomamos con calma disfrutando de cada una de las perspectivas de Cradle Mountain, la cumbre que se eleva hasta los 1500 metros y que da nombre al Parque Natural.



La silueta de la montaña, con esos picos asimétricos, y el reflejo sobre el agua, constituyen una vista espectacular. En invierno, la nieve ocupa la cima y el reflejo del blanco en el lago es impresionante. Para nosotros no hay nieve, pero no nos podemos quejar, porque nos ha salido un día soleado genial!


Son unos 6 kilómetros de perímetro, pero entre fotos y paradas, se nos van casi dos horas…  


Al finalizar, cogemos otro sendero en dirección al Crater Lake. En el camino nos vamos encontrando con otros lagos de diferentes tamaños, con el Dove Lake en el horizonte.


Una locura de naturaleza en 360 grados… mires a donde mires una auténtica pasada!


Tras otra hora y pico de caminata, embelesados con el paisaje, decidimos dar la vuelta y poner rumbo al coche. 

Este lugar es infinito y podríamos estar semanas recorriéndolo, pero sólo por poder disfrutar de esta belleza estas pocas horas nos ha valido la pena todo el trayecto en coche...


Por delante nos espera casi otra hora de carretera hasta llegar al alojamiento, con la noche amenazando, y el peligro de los canguros y demás animales saliendo a nuestro paso. Por suerte, llegamos sin sustos, justo al anochecer, y nos sorprende que el lugar se encuentra en un entorno que es una maravilla… lástima que no hayamos podido ver caer el sol… 

Tasmania nos ha conquistado desde el primer minuto… sin duda ha sido un gran sitio para estrenar los 30!