lunes, 30 de julio de 2012

Beechworth y el Kings Valley


En lugar de recorrer la costa, este fin de semana nos decantamos por cambiar de escenario y visitar el interior de Victoria.

Preparar una ruta para un fin de semana en Australia, es siempre complicado, primero hojeas en la guía qué pueblos visitar, después los sitúas en el mapa, luego te vuelves loco para encontrar un alojamiento que no cueste una fortuna, y una vez que crees que tienes todo organizado y estás feliz por lo bien que lo has hecho, empiezas a mirar distancias y te das cuenta que prácticamente es imposible hacerla en un finde, a menos que no te bajes del coche!

Esta vez, nuestro destino fue Beechworth, un pueblo a unos 300 y pico kilómetros de Melbourne, famoso por ser unos de los mejor conservados de la época de la fiebre del oro.


La historia del pueblo se remonta a 1852, cuando en sus alrededores se encontraron las primeras minas de oro, parece ser que la voz se corrió rápido, porque en sólo un año el número de mineros alcanzaba los 8000! En pocos años, se hallaron tales cantidades de oro, que hizo que la zona creciera rápidamente, haciendo de Beechworth un centro económico donde los bancos custodiaban el oro que se enviaba cada semana a Melbourne, y alrededor de los cuáles se ubicaron lujosos edificios.


El oro no duró para siempre, y tampoco el esplendor de Beechworth. Hoy, aún siendo poco más que el cruce de unas cuantas calles, sigue conservando su esencia, con agradables cafés y tiendas de artesanía, que consiguen transportarte de algún modo a ese mundo de buscadores de oro, tan lejano para nosotros.


Entre valles y colinas que lucían preciosas a la luz del sol, continuamos camino de Yackandandah, otro de los pueblos mineros, sin embargo, en este caso, más que un pueblo, se puede decir que era una calle…


Ese día hicimos noche en Wangaratta. Y al día siguiente, recorrimos el Kings Valley, conocido por sus bodegas y viñedos, y por su gastronomía... con pequeñas fábricas de queso, mostaza y otros productos elaborados de manera muy artesanal. Sin embargo, las viñas en esta época del año no lucían demasiado.

Esta zona es tremendamente rural, y te da la sensación como de estar viajando en el tiempo. Disfrutando del solecito, nos perdimos por caminos en los que no había nada alrededor, más que pequeños chamizos de labranza, vacas y caballos pastando a sus anchas.



Antes de emprender el camino de vuelta, hicimos una parada en Power Lookout, donde se divisaba una preciosa vista de la cordillera alpina australiana (Alpine National Park).


Fueron demasiados kilómetros para un fin de semana, pero nos volvimos con la sensación de haber empezado a conocer un poco lo que nos ofrece el interior de Australia.  

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