sábado, 19 de enero de 2013

Surfing

Desde que pones un pie en Australia te das cuenta que lo de pillar la tabla y tirarse a coger unas olas no es algo que se hayan inventado para vender la imagen de “australianos guay” en el exterior, sino que en realidad es parte de la forma de vida de muchísima gente, de todas las edades, que aprovecha cualquier rato libre echarse al mar.


Aunque se hace surf en todos los Estados de Australia, probablemente el rollito ¨surfer¨ se asocia más con la Costa Este: Sydney y la llamada Gold Coast. Sin embargo, la meca por excelencia del surf en Australia, se encuentra en Victoria.

Torquay respira surf por los cuatro costados. Esta pequeña población ubicada a poco más de una hora de Melbourne a las puertas de la Great Ocean Road, es mundialmente conocida por los amantes de este deporte por dos motivos:


- El primero: porque de aquí son originarias dos de las marcas más famosas del mundillo: Quicksilver y Rip Curl. Ambas fueron fundadas allá por finales de los años 60 por un par de colegas en un garaje, que comenzaron a crear material para hacer surf en los años en que este deporte comenzó a explotar. Curiosamente, sobre todo en el caso de Rip Curl, lo que le proporcionó la fama que hoy tiene no fueron sus tablas, sino sus neoprenos, ya que en esta zona el agua está muy fría y normalmente el surf siempre se había practicado en zonas cálidas, por lo que era un producto muy poco desarrollado.


Ambas compañías mantienen sus oficinas en Torquay, y en torno a las cuales, se ha creado la llamada “Ciudad del Surf” en la que se acumulan tiendas de las marcas más emblemáticas, con todos los productos relacionados con el surf imaginables.

En Torquay se halla también el “Museo de Historia del Surf; multitud de tiendas donde alquilar material; y hasta mercadillos de tablas que son casi reliquias! En fin todo por y para el surf!


- El segundo: por acoger Bells Beach, una de las olas de derechas más largas y famosas del mundo. Seguramente sin esta ola, Torquay no hubiera llegado a ser nunca lo que es en el mundo del surf.


En Bells Beach, se celebra cada año el Rip Curl Pro, evento que acoge a los mejores surfistas del planeta. Pero no hace falta esperar a esta fecha, ya que cualquier fin de semana, desde los miradores que se sitúan en lo alto se puede observar las impresionantes líneas que forman las olas sobre el mar, y como multitud de neoprenos aguardan el momento de gloria para subirse en una de sus infinitas olas.


Por el espectáculo de verles cabalgar esas olas, así como por el entorno precioso que conforma la playa, te puedes pasar allí las horas muertas…


Como podéis ver, es imposible que pasando una temporadita en estas latitudes no te pique el gusanillo, así que hace ya unos meses nos decidimos a pillar un cursito a ver qué tal se nos daba.

La técnica en sí para lanzarte a intentarlo no es demasiado complicada. La clave es encontrar cierta coordinación entre la flexión que hay que hacer con los brazos y el pecho para levantarte, y la colocación de las piernas en la tabla orientándolo siempre mirando hacia delante. La teoría siempre es más fácil que la práctica, así que cuando te pones a ello como siempre en este tipo de deportes, al principio la frustración se va apoderando de ti por momentos. Sin embargo, cuando te consigues levantar es un subidón total! aunque sea un poco de aquella manera...


Obviamente, nosotros teníamos una tabla de estas enormes que flotan aunque se suban tres encima, pero aún así cuesta pillarle el truquillo. Tienes que remar y arrancar en el momento preciso en el que sientes como la ola te empuja, y desde ahí dejarte llevar e intentar ponerte en pie, todo eso en un segundo!


Eso sí, es una matada! nunca imaginé que era tan cansado y que se hacía tanto ejercicio, sobre todo si el mar se pica un poco y te quedas en tierra de nadie entre alguna corriente te cuesta Dios y ayuda llegar a terreno tranquilo, y eso que nosotros estábamos a casi nada de profundidad.


En resumen, no descubrimos nuestro gran talento, pero la experiencia nos gustó mucho, así que estábamos deseando repetir.

Así que, ya que Tito estaba de visita, y que es nuestro ¨colega surfer¨, nos pareció que no había mejor manera de que se despidiera de Australia, justo antes de dejarle en el aeropuerto rumbo a España, que ir a pillar unas olas.


Se unieron Pedro, Dani y Fabiola, amiguetes de Melbourne, así que los 5 alquilamos unas tablas y fuimos a la playa de Jan Juc. Lo pasamos muy bien, y notamos que habíamos mejorado un poquito!


Lástima que no vamos a tener mucho más tiempo de seguir mejorando el estilo, al menos en Australia!

domingo, 13 de enero de 2013

Oberon Bay


Ya os contamos hace meses nuestra primera visita a la Wilson Promontory, donde tuvimos la oportunidad de ver por primera vez ese singular animalito australiano llamado wombat. Ya por aquellas, entre nubes y lluvias nos prometimos volver a este Parque Natural para poder disfrutar de sus playas cuando el tiempo acompañara.

En esta zona no hay nada de alojamiento excepto un pequeño camping donde se encuentra la oficina de turismo. Además hay algunas instalaciones básicas, perdidas en ciertos lugares remotos del Parque y a los que solo se puede acceder caminando.


Pues ese era el plan. Echamos un vistazo a las diferentes alternativas y nos decidimos por pasar la noche en Oberon Bay, una playa a unas 3 horas de ruta desde donde teníamos que dejar aparcado el coche. Este tipo de planes están súper bien preparados en Australia para los senderistas. Hay que reservar, ya que las plazas son limitadas, y cuando pagas por el camping (unos 10 euros por cabeza), te dan el resguardo para que te permite dejar el coche en el parking para “overnight hikers”, es decir para quienes van a pasar la noche por ahí perdidos.

Como íbamos a hacer una noche solamente y nos tocaba cargar con todo, cogimos cuatro cosas básicas y la tienda de campana y nos pusimos a ello. Eso sí, aunque no quieras al final hay que cargar cierto peso, ya que tienes que llevar todo por delante ropa, comida y hasta agua...

El camino es muy entretenido. Al principio hay un tramo que va por el interior, amenizado con algún wallabie apareciendo por sorpresa, hasta desembocar en Norman Beach. En este punto, el camino se eleva para ir bordeando la costa de ahí en adelante.


Las vistas son magnificas, pudiendo disfrutar de la silueta que va dibujando el mar en el terreno. 


Avanzamos en la ruta y pudimos ver a lo lejos una calita que nos dejó embelesados, Little Oberon Bay. Un pedazo de arena blanca bañado por aguas azul turquesa que parecía sacado de una postal.


Recorrimos la última etapa, ya con Oberon Bay en el horizonte, la playa donde nos esperaba nuestro "hogar" para esa noche. Al poner un pie en la playa alucinamos con su tamaño, y sobre todo por encontrárnosla completamente desierta... tanto que empezamos a dudar de si realmente el camping estaría tan pegado a la playa como se suponía.


Finalmente tras un buen rato de pasear sobre la arena, llegamos a un desvío que indicaba el camping. En realidad no era más que unas cuantas parcelas y una pequeña cabaña de madera con un par de retretes... eso eran todas las instalaciones, ni duchas ni nada... Tampoco había casi gente, así que perfecto! exactamente lo que veníamos buscando! pasar la noche en mitad de la naturaleza!


Montamos la tienda y nos fuimos directos a disfrutar de la playa... una autentica maravilla de lugar, 2 kilómetros de playazo con aspecto virgen total, dunas de arena blanca a nuestras espaldas, las olas rompiendo fuertemente contra la orilla y el Mount Oberon presidiendo la escena. 


No había mucho que hacer, pero tampoco hacia falta... sólo pasear y estar tirados allí contemplando el entorno era un planazo total!


Al caer el Sol, pudimos disfrutar de un atardecer espectacular. El cielo se fusionaba con el mar en una explosión de colores rojizos, rosados y anaranjados que pusieron la rúbrica a un día genial! 


La noche inundó el lugar y la oscuridad se apoderó de todo... no había ni una luz en muchísimos kilómetros a la redonda... lástima que las nubes no nos dejaran ver las estrellas, ya que el cielo debía ser alucinante…

A la mañana siguiente tocaba emprender camino de vuelta... mismo paisaje pero diferentes perspectivas encarando hacia el otro sentido... 


Tras llegar al coche nos quedaba aún tiempo de disfrutar de algunas de las bahías mas accesibles desde la carretera. Hay paseos que comunican unas con otras acogiendo algunas de las mejores playas de Victoria, y que recuerdan muchísimo al paisaje de Tasmania!

Picnic Bay
Squeaky Beach
Whisky Bay
Después de un fin de semana perfecto de desconexión nos esperaban las 3 horas de coche hasta Melbourne... pero tan contentos porque el plan había salido a pedir de boca... la Wilson Prom es uno de esos sitios para perderse!

Para rematar, de vuelta en la carretera volvimos a ver un echidna! La guinda del pastel :)

domingo, 6 de enero de 2013

Port Campbell National Park

A la mañana siguiente comprobamos que, aunque parezca mentira estando tan lejos, los Reyes no se han olvidado y han venido cargaditos! :)

Nos espera un largo día por delante. Empezamos por continuar visitando Port Campbell National Park, después del aperitivo de la tarde anterior al anochecer.

En este Parque Natural el mar es el auténtico protagonista, acogiendo numerosos miradores que van salpicando la costa y proporcionando vistas magníficas de las formaciones rocosas y de lo salvaje de sus aguas, que se mueven en todas las direcciones como si estuvieran en pleno centrifugado. De hecho a toda esta zona se le conoce como “Shipwreck Coast” (Costa del Naufragio), por la cantidad de barcos que a lo largo de la historia fueron engullidos por la bravura de sus corrientes y la violencia de su oleaje.


Nos dirigimos primero hacia el oeste de Port Campbell. Nuestra primera parada es “The Grotto”, cuya peculiaridad es la ventana que ha formado el mar al ir erosionando las rocas.


A continuación nos detenemos en el “London Arch”, desde el que se puede observar una enorme roca con forma de arco que se encuentra aislada a merced de la fuerza del mar. Lo curioso es que anteriormente se conocía como “London Bridge” ya que se encontraba unido con la costa, formando un puente casi perfecto. Sin embargo, en 1990 repentinamente sus muros no aguantaron más y se vino abajo, dejando en pie únicamente la parte que hoy es visible.


A pocos metros, desde otra plataforma, se puede observar una impresionante playa flanqueada por enormes paredes de roca que conforman una vista espectacular.


Siguiente parada fue en ¨The Arch¨, otro ejemplo de cómo el mar ha ido esculpiendo todo este paisaje.


Ya hacia el este de Port Campbell, nos detenemos de nuevo en "Loch Ard George", donde el día anterior habíamos observado el atardecer.


Finalmente, llegamos al plato fuerte, los famosos “Twelve Apostles”, sin duda la mayor atracción de la Great Ocean Road y uno de los “imprescindibles” de cualquier viaje a Australia. Sin embargo la suerte no nos acompañó demasiado, y como las veces anteriores, el cielo se nubló sin dejarnos apreciarlo en todo su esplendor… tendremos que volver, porque no nos podemos ir de Australia sin tener unas fotos como se merece este lugar!


Ahora sí, dejamos Port Campbell National Park, y emprendemos de vuelta la carretera que nos había llevado el día antes hasta allí, atravesando de nuevo Otway National Park, y posteriormente disfrutando de la serpenteante carretera que transita pegada a la costa.


Nos detenemos en Kenneth River, un lugar en el que únicamente hay un camping, pero que aparece marcado en todas las guías puesto que a pocos kilómetros por un camino de tierra se puede observar una colonia de koalas.

Avanzamos por el mismo viendo algunos de ellos en lo alto de los eucaliptos, sin demasiadas esperanzas de poder ver ninguno demasiado cerca, pero entretenidos intentando divisarlos camuflados entre las ramas. De repente, Agatha dice: “mirad, ahí hay uno con su cría”… y efectivamente! bien cerquita, en una rama bastante baja podemos ver como madre e hijo están recostados uno encima del otro.


Con la ayuda de unos cuantos sonidos de Tito, que descubrió que tenía un don para comunicarse con los koalas :), el pequeño empezó a activarse y a moverse de un lado para otro bajo la atenta mirada de mamá koala! muuuuuuy tierno!


Un momento guapísimo! Los cuatro estábamos embelesados alucinando con la suerte que habíamos tenido de poder presenciar este momento… perfecto para estrenar el nuevo objetivo para la cámara que me habían traído los Reyes! : )


Con una sonrisa de oreja a oreja, nos pusimos rumbo a casa, aunque todavía nos quedaban kilómetros disfrutando del paisaje, parando en algunas cascadas (Erskine Falls), y acercándonos a que Agatha y Tito vieran sus primeros canguros en Australia…


Desde luego, poco más se le puede pedir a un fin de semana!!!

sábado, 5 de enero de 2013

Otway National Park

Una visita obligada para todo turista que viene a Melbourne es la Great Ocean Road, de la que ya os hablamos allá por Junio y de la que hemos podido disfrutar unas cuantas veces. Sin embargo en esta ocasión, estábamos acompañados de Tito y Agatha, y en pleno verano (sí, en Enero!)


Tuvimos que reservar con mogollón de tiempo de antelación porque en temporada alta se abarrota de familias que pasan sus vacaciones disfrutando de las infinitas posibilidades que ofrece esta zona, tanto de playa como de montaña.

Para aprovechar y ver nosotros también algunos lugares que no habíamos visitado hasta la fecha, modificamos un poquillo la ruta habitual para asomarnos a algunos de los lugares no tan típicos, pero no por ello menos espectaculares.

El primer lugar en el que nos detuvimos fueron las las Triplet Falls, unas cascadas a las que se llega tras un corto paseo y cuyo entorno te sumerge ipso facto en la grandiosidad que son los bosques del Otway National Park.



Desde allí a pocos kilómetros nos acercamos a otras cascadas, las Hopetoun Falls, también muy bonitas.


Tras una cervecita para recuperar fuerzas después del paseito, seguimos adentrándonos en el Otway para ver las caras de Agatha y Tito viendo sus primeros koalas. Ya nos teníamos fichado un sitio camino al Faro en el que se pueden observar mogollón de ellos... y hay que reconocer que estos animalitos hacen que te quedes embobado!


Continuamos dirección Port Campbell, deteniéndonosde vez en cuando a contemplar los paisajes tanto de interior, como las impresionantes vistas del océano que se asoman desde alguno de los acantilados.


Finalmente llegamos a Wreck Beach, que se encuentra perdida tras unos cuantos kilómetros de pista de tierra sin un rumbo muy claro. Una vez allí, y tras bajar 350 escalones, aterrizamos en una playa impresionante…


Un auténtico lujazo zamparnos el bocata en semejante entorno y poder pasear tranquilamente con toda la playa para nosotros solos.


Ya en Port Campbell, y tras una visita fugaz por el hostel, nos acercamos a ver el atardecer hasta Loch Ard Gorge, una de las múltiples zonas de este Parque Natural, caracterizado por las enorme rocas esculpidas por la fuerza de las olas.  


Aunque al final intentando encontrar el mejor lugar casi nos lo perdemos, pudimos presenciar como el Sol se perdía en el horizonte sobre el mar.


Una cervecita y a dormir prontito, que aunque estamos en Australia, toca poner los zapatos a ver si los Reyes Magos se acuerdan de nosotros… 

martes, 1 de enero de 2013

Phillip Island


Después de la visita express a España por Navidad, llegamos el día 31 de Diciembre de vuelta a Melbourne, justo a tiempo para vivir un cambio de año en las antípodas. 

Además nos tocaba ejercer de anfitriones, porque no estábamos solos, teníamos por aquí nuestros primeros visitantes en tierras australianas: Agatha y Tito, con el mismo cuerpo jota después de chuparse como nosotros las veintitantas horas de vuelo del día anterior.

Con el jet lag haciendo estragos, y sacando fuerzas de donde no las había, nos acercamos al CBD, en torno al Yarra River, a ver los fuegos artificiales, que se supone son el plato fuerte de la celebración. Sin embargo, la cosa decepcionó bastante, aunque hay que reconocer que nuestros cuerpos no estaban para muchas fiestas tampoco… así que un par de cervecitas y a casa a descansar, que el año es muy largo!


Al día siguiente, y después de comernos las uvas, como Dios manda, (si no hay uvas no hay cambio de año :), aunque esta vez a la hora del desayuno, pusimos rumbo a Phillip Island, uno de los lugares más típicos de visita en las cercanías de Melbourne y que por unas cosas u otras no habíamos visitado todavía.

Esta isla, que se encuentra a hora y media de coche al sur de la ciudad, y conectada con el continente mediante un puente, es famosa por dos cosas: por albergar el circuito que acoge el Gran Premio de Australia de Motociclismo; y por la colonia de pingüinos enanos que vive en sus costas y que hace las delicias de los turistas.

No teníamos el plan muy definido, pero no íbamos con demasiadas fuerzas así que la cosa era tomárselo con la calma y disfrutar de la playa, que no se puede decir eso muy habitualmente el 1 de Enero!


Sin embargo, al llegar, y tras la correspondiente visita a la oficina de turismo, vimos que después de la excursión en coche merecía la pena dar una vueltecilla por allí. Además aunque el tiempo no era malo, tampoco hacía como para estar tirados en la playa todo el día.

Así, acabamos pegándonos una caminata de cerca de dos horas, alrededor del Cape Woolamai. 


La ruta arranca en la playa del mismo nombre y posteriormente recorre los acantilados que van dando forma a este Cabo. Una buena primera toma de contacto para los ¨novatos¨ con la naturaleza y el mar en Australia.


Desde allí, continuamos hacia el interior de la isla, recorriendo algunas de sus playas e incluso pegándonos un bañito para celebrar el nuevo año, aunque el agua estaba fría como el demonio!


Hacia el final de la isla, se encuentra el complejo en el que se puede observar a los pingüinos, el Penguin Parade. La atracción consiste en ir al anochecer a obervar como los pingüinos salen del mar, y a modo de desfile van caminando tierra adentro en busca de un cobijo donde pasar la noche. Sin embargo, habíamos leído que te colocan como en unas gradas desde las que no se les ve tan bien, y además no es barato y suele haber bastante gente, por lo que decidimos no visitarlo.

Continuamos un par de kilómetros más allá, y en el final de la isla, llegamos a un lugar llamado The Nobbies, conocido en esta ocasión porque en sus alrededores reside una colonia de leones marinos. Nosotros no pudimos ver ninguno de ellos, sin embargo con lo que pudimos toparnos es con un par de pingüinos que anidaban en sus laderas… ya no había que arrepentirse de no haber ido al desfile :)


Pero sin duda este lugar más allá de la fauna que puedas encontrar, merece la pena por poder observar la bravura del mar. Es impresionante la fuerza con la que las olas rompen formando remolinos de espuma que se enredan y golpean violentamente las rocas. Además el aire sopla con muchísima fuerza también, haciendo que el entorno parezca aún más salvaje. Un sitio muy chulo!


Nuestras energías no daban para mucho más, aún renqueantes con el jet lag, y quedaba la vuelta en el coche así que con esto pusimos punto y final…