Después de la visita express a
España por Navidad, llegamos el día 31 de Diciembre de vuelta a Melbourne, justo a tiempo para vivir un cambio de año en las antípodas.
Además nos tocaba ejercer de anfitriones, porque no estábamos solos, teníamos
por aquí nuestros primeros visitantes en tierras australianas: Agatha y Tito, con el
mismo cuerpo jota después de chuparse como nosotros las veintitantas horas de vuelo del día anterior.
Con el jet lag haciendo estragos, y sacando
fuerzas de donde no las había, nos acercamos al CBD, en torno al Yarra
River, a ver los fuegos artificiales, que se supone son el plato fuerte de la
celebración. Sin embargo, la cosa decepcionó bastante, aunque hay que reconocer que nuestros cuerpos no estaban
para muchas fiestas tampoco… así que un par de cervecitas y a casa a descansar,
que el año es muy largo!
Al día siguiente, y después de comernos las uvas, como Dios manda, (si no hay uvas no hay cambio de año :), aunque
esta vez a la hora del desayuno, pusimos
rumbo a Phillip Island, uno de los lugares más típicos de visita en las cercanías de Melbourne y que por unas cosas u otras no habíamos visitado todavía.
Esta isla, que se encuentra a hora y media de coche al
sur de la ciudad, y conectada con el continente mediante un puente, es famosa
por dos cosas: por albergar el circuito que acoge el Gran Premio de Australia
de Motociclismo; y por la colonia de pingüinos enanos que vive en sus costas y
que hace las delicias de los turistas.
No teníamos el plan muy definido, pero no íbamos con demasiadas
fuerzas así que la cosa era tomárselo con la calma y disfrutar de la playa, que
no se puede decir eso muy habitualmente el 1 de Enero!
Sin embargo, al llegar, y tras la correspondiente visita a la
oficina de turismo, vimos que después de la excursión en coche merecía la pena dar una vueltecilla por allí. Además aunque el tiempo no era malo,
tampoco hacía como para estar tirados en la playa todo el día.
Así, acabamos pegándonos una caminata de cerca de dos horas, alrededor
del Cape Woolamai.
La ruta arranca en la playa del mismo nombre y posteriormente
recorre los acantilados que van dando forma a este Cabo. Una
buena primera toma de contacto para los ¨novatos¨ con la naturaleza y el mar en
Australia.
Desde allí, continuamos hacia el interior de la isla, recorriendo algunas
de sus playas e incluso pegándonos un bañito para celebrar el nuevo año, aunque el agua estaba fría como el demonio!
Hacia el final de la isla, se encuentra el complejo en
el que se puede observar a los pingüinos, el Penguin Parade. La atracción
consiste en ir al anochecer a obervar como los pingüinos salen del mar, y a modo de
desfile van caminando tierra adentro en busca de un cobijo
donde pasar la noche. Sin embargo, habíamos leído que te colocan como en unas
gradas desde las que no se les ve tan bien, y además no es barato y suele haber
bastante gente, por lo que decidimos no visitarlo.
Continuamos un par de kilómetros más allá, y en el final de la
isla, llegamos a un lugar llamado The Nobbies, conocido en esta ocasión porque
en sus alrededores reside una colonia de leones marinos. Nosotros no pudimos
ver ninguno de ellos, sin embargo con lo que pudimos toparnos es con un par de pingüinos
que anidaban en sus laderas… ya no había que arrepentirse de no haber ido al desfile
:)
Pero sin duda este lugar más allá de la fauna que puedas encontrar, merece la pena por poder observar la bravura
del mar. Es impresionante la fuerza con la que las olas rompen formando remolinos
de espuma que se enredan y golpean violentamente las rocas. Además
el aire sopla con muchísima fuerza también, haciendo que el entorno parezca aún
más salvaje. Un sitio muy chulo!
Nuestras energías no daban para mucho más, aún renqueantes con el jet lag, y quedaba la vuelta en el
coche así que con esto pusimos punto y final…
No hay comentarios:
Publicar un comentario