jueves, 2 de mayo de 2013

Nueva Zelanda - "You'll leave wanting more..."

De este modo se despiden los carteles de la terminal de salidas del aeropuerto de los viajeros que están a punto de abandonar Nueva Zelanda. Y acompañado de algunas fotografía impresionantes de los rincones más renombrados que te ayudan a asimilar el cúmulo de experiencias únicas que has vivido en pocos días, y la maravilla de los lugares que has presenciado.

Y es tal cual. La sensación es exactamente la que describe el slogan: siempre querrás más! Siempre quedarán en tu lista esos lugares que descartaste al planificar el viaje por falta de tiempo, aquellos a los que sobre la marcha hubo que renunciar porque los días no daban para más, o esos otros a los que pudiste llegar y pasar unos minutos o unas horas, pero le hubieras dedicado mucho más... y es que eso forma parte del propio viaje, el tiempo es limitado, por lo que hay que elegir entre lo que merece la pena y lo irrenunciable!


Sin embargo, en nuestro caso, nos vamos con la certeza de que las dos semanas nos han cundido al máximo. Le hemos sacado todo el partido posible, y nos vamos con la impresión de llevarnos un pedazo de esta Isla con nosotros.

Ha sido un viaje intenso. Marcado por el carácter nómada que le da la furgoneta, compartiendo un habitáculo en el que parece mentira que hayamos sido capaz de organizarnos y convivir los tres (ni en Gran Hermano! :) Marcado por lo pronto que anochecía, que hacía que las jornadas se hicieran demasiado cortas. Marcado por los lugares recónditos donde hemos dormido, alejados de todo y de todos, que hacían que a las 6 de la tarde no hubiera más que hacer que compartir la luz de la luna, una charla y una cerveza. Marcado por los muchos kilómetros que separan unos lugares de otros, por las muchas horas de carretera. Marcado por la variedad de paisajes y por la sucesión de lugares fascinantes que iban asomando ante nosotros...


No existe una cámara que sea capaz de fotografiar una inmensidad y una belleza semejante... por eso, más allá de las miles de fotos que llevamos con nosotros, solamente los recuerdos extendidos de las instantáneas, de las sensaciones y de las experiencias que hemos vivido, son capaces de hilvanar unas zonas con otras construyendo un recorrido de fantasía que hace que la realidad supere la ficción. Ni el más creativo de los creadores de videojuegos sería capaz de diseñar un escenario que pudiera reflejar de un modo igual la naturaleza en su máxima expresión.


Además hemos tenido una gran suerte de ver este pedazo de Nueva Zelanda en esta época. Cada estación impone su sello en el paisaje durante unos meses, por ello, si viajas a este país en un momento del año u otro, la experiencia puede ser completamente distinta y podría parecer que estás visitando un destino diferente. En nuestro caso, el Otoño ha sido el gran protagonista... no hemos visto tanta nieve como ocurre en los meses de Invierno, en el que la imagen de las montañas ofrece un panorama completamente alpino, ni tampoco el agua corriendo a sus anchas como ocurre en Primavera con el deshielo... sin embargo, la explosión de colores y tonalidades de la que hemos sido testigos no la cambiaríamos por nada del mundo!

Es increíble que todavía quede en el mundo un lugar en el que parezca que la naturaleza ha seguido su curso sin haber sufrido mayores alteraciones... es como si pudieras percibir como es o más bien como hubiera sido este planeta si todo hubiera seguido de algún modo su curso natural... sin que la mano del hombre parezca presente en la mayor parte del mismo. 


Por eso, y en pocas palabras, nadie debería perderse este rincón del planeta... y tenía que ser obligatorio visitarlo! Nosotros tenemos la suerte de haberlo hecho... ojalá podamos volver a recorrerlo de nuevo algún día!

miércoles, 1 de mayo de 2013

Nueva Zelanda (16) - Kaikoura y bye bye NZ!

Rara sensación la de despertarnos sabiendo que nuestro viaje está a punto de terminar. Nos queda un único día en Nueva Zelanda y tenemos mucho que hacer hasta llegar al aeropuerto de Christchurch y subirnos a bordo del vuelo que nos llevará de regreso a Melbourne. 

Nunca se pudo aplicar mejor el dicho de que después de la tempestad viene la calma... así que sin tiempo que perder, nos preparamos para disfrutar en Kaikoura de la ruta alrededor de la península que alberga una reserva paisajística, y que debido a la meteorología, no había sido posible el día anterior. Nada más dar dos pasos nos parece estar en un lugar diferente. 


El mar está como un plato, y al fondo las montañas asoman con los picos cubiertos de nieve haciéndose aún más visibles debido al intenso azul del cielo... un panorama apacible como pocos. 


La primera sorpresa no se hace esperar... sin haber abandonado la zona residencial, en la misma carretera, una foca sale a nuestro encuentro... nos quedamos pasmados!


Sabíamos que veríamos focas, ya que en Kaikoura reside una gran colonia, pero que se asomaran a pocos metros de los coches ya es mucho decir... pero no fue la única!


Avanzando por el sendero, caminamos anonadados con el paisaje que nos vamos encontrando... un mar impresionante que se fusiona con el horizonte, y en el interior una pradera ondulada que brilla como si acabaran de pintar una a una cada una de sus hierbas.


Y así durante todo el recorrido... entre aves que ocupan las playas... focas que toman el sol sobre las rocas... acantilados impresionantes que albergan a sus pies playas que pareciera que nadie ha pisado nunca... y todo alimentado por una luz espectacular... 


No nos podíamoS esperar que semejante maravilla nos estaba esperando... a decir verdad, se puede decir que hemos tenido suerte de no hacer el tour de las ballenas, porque nos habríamos perdido un rincón impresionante!


Se podría decir que si tienes sólo unas horas para pasar en Nueva Zelanda, quizás este paseo por Kaikoura fuera una buena elección, ya que puedes llevarte un resumen de gran parte de lo que es este país... en nuestro caso, una perfecta elección poco antes de decir adiós!


Finalizado el recorrido, hay que ponerse en marcha hacia Christchurch, del que nos separan aún cerca de dos horas y media de carretera... vamos con tiempo, así que podemos disfrutar del paisaje, que nos ofrece las últimas colinas,  los viñedos, los bosques y demás elementos del paisaje a los que nos hemos acostumbrado tras estos 16 días de vida nómada... y que sin duda vamos a echar de menos!


Llegamos con algo de tiempo a Christchurch con la intención de dar una vuelta y ver algo de la capital de la Isla Sur. Nos damos una vuelta con el coche, y podemos ver que las severas consecuencias, todavía hoy muy presentes, del dramático terremoto ocurrido en 2011, que se llevó la vida de 185 personas. Prácticamente todo el centro de la ciudad son edificios apuntalados, escombros, esplanadas cubiertas por vallas, o edificios prefabricados que han ocupado el lugar de las derrumbadas construcciones originales... una pena... 

No nos queda tiempo para más así que nos dirigimos a devolver la furgoneta... nuestra querida amiga en la que tantas horas hemos pasado... y de ahí al aeropuerto... ahora sí que sí... ésto se ha acabado!

martes, 30 de abril de 2013

Nueva Zelanda (15) - De Picton a Kaikoura

Amanecemos en White Bay camping, y tras una vueltecilla para ver la playa que tenemos a pocos metros, y de un nuevo intento fallido de ver las luciérnagas, preparamos el petate y nos ponemos en marcha.


El primer tramo de carretera nos lleva hasta Blenheim, otra de las localidades más pobladas de esta zona, arropada a las afueras por multitud de viñedos y bodegas que hacen de ella uno de los lugares destacados de la Marlborough Wine Trail. 


Nada más abandonar Blenheim, la carretera se pega a la costa, y nos asomamos por vez primera al Océano Pacífico Sur. Durante cerca de 60km avanzamos contemplando el mar a nuestro lado, pero sin que haya absolutamente nada más a nuestro alrededor… ni siquiera un acceso por el que poder acceder a la playa.


En pocos minutos, el tiempo se pone feo, y empieza a llover bastante, haciendo que el mar se muestre aún más salvaje, con multitud de aves revoloteando en cada conjunto de rocas.

Nos detenemos al llegar a Kekerengu, un peculiar restaurante/café en mitad de la nada, y prácticamente único lugar desde el que se puede acceder a la playa, sin embargo hace un frío y un aire que hacen el paseo muy poco apacible… vuelta a la fuego y a seguir conduciendo con el limpiaparabrisas escupiendo agua sin parar.


Íbamos avisados por la guía de que en esta zona podríamos observar focas, y no tardamos en dar con ellas. Al detenernos en un pequeño área de descanso pegado al mar, vemos las primeras, tendidas a sus anchas, que nos sorprenden por su imponente tamaño, y por el olor súper desagradable que desprenden…



Ni que decir tiene que éstas están más que acostumbradas a los humanos, pero aún así en el momento en que consideran que te estás aproximando demasiado, sacan su genio a relucir en forma de gruñido, avisándote de que corres peligro de sufrir un mordisco… hay que tener cuidado porque son muy agresivas, y sin duda viendo su envergadura, tiene que hacer pupa!


Continuamos por la carretera, dándonos cuenta de que lo que hemos visto era sólo la bienvenida… en los alrededores de Ohau, toda la costa se encuentra completamente abarrotada de focas… las hay por todos los lados… miles de ellas, de todos los tamaños, formando una comunidad inmensa que tiene aquí su hábitat natural. Alucinante!


Aunque la lluvia iba y venía, nos decidimos a intentar hacer un paseo a pie que lleva hasta una cascada llamada Ohau Seals Pupp Track, o sea el “el camino de las foquitas”. Se denomina así porque hemos leído que en época de cría, es fácil encontrarse con focas pequeñas que ascienden por el torrente de agua dulce y se divierten jugueteando con el resto de sus nuevos amiguitos en las pozas.


Lo que no nos podíamos esperar es que hubiera tantísimas… aquello parecía un parque temático de focas, con las crías correteando de un lugar a otro, saltando, peleándose y persiguiéndose unas a otras… sencillamente espectacular!


Con la sonrisa de oreja a oreja y todavía flipando con las mini-focas, nos vamos aproximando a Kaikoura, nuestro destino del día. Si antes llovía, ahora está cayendo el diluvio universal, y no tiene pinta de que vaya a parar en todo el día… con este panorama poco partido le vamos a sacar a la tarde... al menos habrá que comer!


Kaikoura es un punto de visita imprescindible porque en sus alrededores se pueden hacer avistamientos de ballenas, delfines y albatros, el ave marina más grande del planeta. De todo ello, lo de las ballenas lo teníamos en la lista, ya que te dan una garantía casi absoluta de que podrás verlas. Al final viendo lo mal que está el tiempo, y que la excursión vale pasta, después de darle unas cuantas vueltas decidimos no hacerlo, aunque se nos queda ahí la cosilla de no saber cuándo volveremos a tener la oportunidad…

El plan alternativo es hacer una ruta de unas 3 horas por los alrededores, pero con este aguacero no tiene sentido ninguno… así que no hay mucho más que relajarse, tomarnos un café para entrar en calor, y buscar un sitio agradable donde pasar la noche… como ya somos expertos en estas lides, buscamos un camping con jacuzzi al aire libre, de agua caliente por supuesto, en el que poder poner al mal tiempo buena cara… y es una gran elección… esto es un inventazo!

Y así, rematando las pocas existencias que nos quedan, y con la sensación rara de ser la última noche, nos fuimos a dormir por última vez en nuestra querida furgoneta!

lunes, 29 de abril de 2013

Nueva Zelanda (14) - Marlborough Sounds

Con el cuerpo entumecido y algunas agujetas que otras de la pateada del día anterior, recogemos los bártulos y nos encaminamos en dirección Este a seguir recorriendo el norte de la Isla.

Dejamos atrás Motueka y nos aproximamos a Tasman, una pequeña localidad que se caracteriza por ser un pequeño centro artesanal y artístico, que ha atraído a un buen número de bohemios y almas alternativas. Por la mañana cuando pasamos por allí nosotros, no hay mucho que rascar.

Hacemos una parada en Rabbit Island, una enorme playa de casi 8km se extiende en el horizonte para nosotros solos. Y es que es lunes por la mañana, sólo unos cuantos nos podemos permitir el lujo de disfrutar de semejante paraje :)


Desde la playa se observa la ciudad de Nelson, y allí nos dirigimos. Y efectivamente, en este caso se puede decir que es una ciudad de verdad. Ya en los alrededores, la impresión es bastante diferente a lo que llevamos conducido hasta la fecha… aquí los pueblos se suceden uno tras otro, surgen edificaciones a los lados de la carretera, y se nota mucha más actividad comercial e industrial. Mucho tiene que ver en ello tanto la meteorología, la más suave y templada de toda la Isla Sur, así como su cercanía a la Isla Norte que hace sentir esta zona del país mucho menos remota.

Damos una pequeña vuelta con el coche pero decidimos continuar adelante. Somos más de paisajes que de ciudades… y nada más salir del núcleo urbano, de nuevo nos espera una preciosa carretera que va pegada a la costa, en este caso con un mar menos agresivo, y flanqueada por bosques, pastos, árboles, viñedos… lo de la vida urbana ha quedado solamente en un espejismo pasajero… desde Nelson avanzamos 70km por la SH6 en los que todo a nuestro alrededor es naturaleza pura!


Havelock es una de las puertas de entrada a la región de Marlborough, famosa por ser origen de una de las denominaciones de vino blanco más conocidas de Nueva Zelanda, gracias a su Sauvignon Blanc. Y por albergar además, los llamados Marlborough Sounds, un conjunto infinito de fiordos que ocupan todo el extremo noreste de la Isla Sur (una quinta parte de toda la línea de costa de NZ) en un conglomerado impresionante de pequeñas islas, apéndices del continente y el mar bañando cada orilla.


La Queens Charlotte Drive recorre los 35km de Havelock a Picton, y está considerada como una de esas scenic drive marcadas a fuego en los mapas de turistas… siendo conscientes de que casi cualquier carretera es bonita por estos lares, si está tan señalada, no nos la podemos perder! Y no decepciona en absoluto!


Al llegar a mitad del recorrido, nos desvíamos por la Kenepuru Road para poder degustar más de cerca uno de los fiordos. A medida que nos vamos adentrando se nos va abriendo más la boca ante el paisaje… una pasada!


Y si encima nos lo tomamos en modo relax y el tiempo acompaña, pues para qué queremos más! Esto sí que es pasar los lunes al Sol!


Es una lástima que no tengamos unos cuantos días para poder recorrer esta zona porque es una maravilla y nos encantaría perdernos entre los fiordos… hay mil planes para hacer, en kayak, a pie, rutas en bicicleta… de hecho muchos de los fiordos solamente son accesibles en barco, así que debe a ver sitios recónditos en los que perderse cual explorador. De todas ellas, la ruta más famosa es la Queens Charlotte Track… muy originales con los nombres no han sido estos neozelandeses!


Tomamos camino de vuelta para terminar de gozar con las vistas desde la Queens Charlotte Drive, hasta que llegamos al peculiar enclave de Picton. Una pintoresca localidad a orillas de un fiordo que tiene como principal reclamo, que desde ella salen los ferrys que unen la Isla Sur con la Isla Norte, concretamente con su extremo más meridional, Wellington, a través del Estrecho de Cook. Es pequeño y sin mucha acción, pero el lugar en el que está ubicado es idílico!


Desde Picton, y ya casi con el crepúsculo cayendo sobre los fiordos, nos decidimos a hacer unos cuantos kilómetros más para adelantar la etapa de mañana, ya en dirección sur, aproximándonos al tramo final de nuestro viaje…


Finalmente acabamos durmiendo en un camping perdido a orillas del mar, al que llegamos de noche y casi por casualidad. Hoy tenemos suerte, y no hay nubes ni hace tanto frío, así que nos podemos permitir unas cervecitas al aire libre, mientras observamos los possums correteando de árbol en árbol en plena oscuridad. 

De casualidad vemos gente caminando entre el bosque con linternas, y nos decidimos a ver si vemos una cueva con luciérnagas, que es una de las cosas que abundan en esta zona y no hemos podido ver aún… paseo arriba, paseo abajo con la linterna apuntando para todos y ese acongoje que provoca no ver ni a un metro de distancia, pero no da sus frutos… nos volvemos y abrimos otra cervecita… una noche diferente, la penúltima por estos mundos!

domingo, 28 de abril de 2013

Nueva Zelanda (13) - Abel Tasman National Park

Hoy toca calzarse las botas y prepararse para una buena caminata. Vamos a recorrer el Parque Nacional Abel Tasman, el más pequeño de la Isla Sur de Nueva Zelanda, pero no por ello uno de los más visitados y recomendados. La mejor manera de conocerlo es a pie, realizando una o varias de las etapas que componen el Abel Tasman Coast Track, una ruta de 55km que forma parte de los selectos Great Walks.


Disponemos de un día únicamente, así que con el ánimo de poder explorar lo más posible, en lugar de hacer ida y vuelta por el mismo camino, el día anterior habíamos reservado en la oficina de turismo un Water Taxi, es decir, una pequeña lancha que te lleva hasta distintos puntos de la costa para que puedas empezar desde allí las rutas y así poder abarcar más kilómetros.


En el trayecto en la lancha se incluye una parada en la llamada Apple Rock, una roca enorme partida por la mitad, situada en mitad del mar, y que es conocida por aparecer en el Señor de los Anillos. Nosotros con nuestra habitual incultura del tema,  ni flowers, pero la verdad que es curiosa.


Decidimos que nos lleven hasta Bark Bay, un punto intermedio, donde se encuentra uno de los abundantes puntos de acampada que se encuentran desperdigados en el Parque Nacional. Desde allí nos esperan 25km a lo largo de la costa hasta llegar de nuevo a Marahau, donde nos espera la furgoneta. En un único día y con lo pronto que anochece, hacer más es casi imposible!


Ya en tierra firme, y con la mochila al hombro, tenemos el primer contacto con la arena dorada y el agua cristalina que caracterizan este lugar. El tiempo acompaña, cielo azul y solecito pero sin demasiado calor, clima perfecto para lanzarnos a caminar.


El paseo transcurre adentrándose a ratos en el interior del bosque, salpicado de cascadas y vegetación abundante...


...y en otras ocasiones arrimándose hacia acantilados que ofrecen una impresionante perspectiva de las calas y playas que se van sucediendo. Una maravilla de la naturaleza!


Superado el primer tramo, llegamos a Torrent Bay, donde paramos a recuperar fuerzas con un piscolabis. 

En el recorrido, hay que estar pendientes de las mareas, ya que dependiendo de si están altas o bajas, hay partes del camino que quedan anegadas por la playa, obligándote a dar un buen rodeo por el interior que suma alguna hora más al recorrido.


A lo largo del paseo, sorprende que se ve de vez en cuando algunas casas que llaman la atención en contraposición a lo salvaje del paisaje. Sin embargo, el motivo es que hay algunos que fueron incluso más listos que los del Gobierno de Nueva Zelanda, y antes de que éste lo considerara zona protegida, se construyeron residencias de verano ubicadas en lugares espectaculares. Hace años ya no se puede construir, pero quien lo hizo en su momento sigue disfrutando de un entorno envidiable… eso sí, no hay acceso por carretera, solamente por mar.


Las piernas empiezan a pesar un poquillo cuando llegamos hacia el ecuador, otra playa de quitar el hipo: Anchorage Bay. 


Aunque el aire sopla fresquito y la temperatura del agua podía ser más caliente, bajo el solecito se está pero que muy a gusto, y ante semejante playazo no nos podíamos ir sin probar un bañito.


Van ya unas cuantas horas de paseo, pero en cuanto miramos alrededor y observamos las panorámicas que van apareciendo en cada curva se nos olvida todo el cansancio. Quizás por todo lo que hemos visto ya en tan poco tiempo, no estamos tan entusiasmados como en días anteriores, pero sin duda estamos ante otro de esos lugares para unir al Top del viaje.


A medida que va acercándose el atardecer, nos empezamos a relamer recordando el día anterior y pensando en poder deleitarnos de nuevo con una puesta de sol igual de espectacular. Y efectivamente, no defrauda… la fusión de colores anaranjados con el mar tiñéndose de tonos morados y el dorado de la arena nos ofrece una vista que parece sacada de una postal.


Con la noche ya casi sobre nosotros y con los músculos pidiéndonos un poco de calma, y con la memoria llena de imágenes preciosas, llegamos a la furgoneta, después de casi 9 horas de excursión.


Hoy no está el cuerpo para conducir, así que nos dirigimos a Motueka con la esperanza de encontrar algún pub donde poder pasar un par de horas entre pintas de cerveza… no way! Al llegar aquello está más que muerto, es domingo y toda la actividad que nos habíamos encontrado el sábado por la mañana se ha esfumado. Tenemos suerte de encontrar un alojamiento bastante chulo en los alrededores, aunque regentado por una tía un poco colgada. 

Nos conformamos con comprar las cervezas y disfrutar del lounge del hostel… hay que decir que estos neozelandeses tienen una cerveza Ale que revive a un muerto! Estamos tan reventados que la cama de la furgoneta va a parecer una suite!

sábado, 27 de abril de 2013

Nueva Zelanda (12) - Golden Bay

Amanece lloviendo a cántaros, y no tiene pinta de que la cosa vaya a mejorar. Seguimos nuestra ruta dirección norte abandonando el Estado de West Coast para adentrarnos en Nelson/Tasman.

En el camino, a golpe de parabrisas podemos divisar un paisaje absolutamente verde a nuestro alrededor, como ya venimos observando desde que entramos en este Estado. Conducimos en paralelo al río Buller, uno de los más grandes de Nueva Zelanda. Sin embargo, no merece la pena detenerse, así que continuamos con la esperanza de ir dejando las nubes atrás.

Y así es, tras un par de horas de furgoneta, el cielo empieza a abrir, a medida que el paisaje va cambiando completamente. Los inmensos bosques de coníferas y árboles perennes que nos habían acompañado los últimos días van desapareciendo y transformándose en sucesiones de colinas, valles y llanuras que impregnan todo de verde fosforito, como si alguien hubiera coloreado el terreno.


El paisaje es completamente rural. Sólo nos encontramos pequeñas aldeas, granjas o establos con ganado pastando en una tranquilidad absoluta. De nuevo, los árboles con tintes otoñales hacen su aparición para aportar todavía más belleza a la vista que tenemos ante nosotros.


Llegamos a Motueka, localidad de acceso a la región de Abel Tasman. Tras informarnos de lo que teníamos que recorrer por la zona, nos dirigimos hacia la Golden Bay, que ocupa la esquina noroeste de la Isla Sur.


A través de una carretera llena de curvas ascendemos por la Takaka Hill, disfrutando de las vistas que se suceden en lo alto de la colina, con el Mar de Tasman en el horizonte y una sucesión de extensiones de pequeños campos de cosecha, frutales y bosques.


Al descender la colina, observamos un paisaje de ensueño, el típico que se viene a la cabeza de Nueva Zelanda, gracias al Señor de los Anillos! y eso que ninguno somos muy fans!


Esta zona bien podría habernos ocupado unos cuantos días, ya que es uno de los lugares favoritos de recreo de los neozelandeses por su clima templado y sus playas, y por ello hay numerosas atracciones y puntos de interés. Elegimos algunos paseos, pero en realidad lo que más merece la pena es dejarse llevar por la carretera deleitándose con la majestuosidad del paisaje.


Tras llegar a Takaka, continuamos dirección Totaranui. Nos han recomendado hacer el paseo hasta la cascada de Wainui. Llegamos un poco acelerados porque llevamos muchos kilómetros y la tarde se nos está echando encima. A paso ligero, recorremos los 40 minutos de paseo hasta encontrarnos con el gran chorro de la cascada, que cae con tanta fuerza que nos hace casi imposible asomarnos a fotografiarlo sin que nuestras cámaras acaben empapadas.



El tiempo no da para mucho más, y nos toca recorrer el mismo camino vuelta para volver a hacer noche en Marahau y estar a las puertas de Abel Tasman al día siguiente. Llevamos todo el día en la furgoneta y prevemos que la vuelta se va a hacer dura porque la carretera está plagada de curvas y cuando oscurezca se va a hacer aún más complicada.

Aún así, ya con la noche prácticamente sobre nosotros, no nos podemos resistir a detenernos por última vez para fotografiar una puesta de sol indescriptible! Vaya regalazo para despedirnos!


Nuestros miedos eran fundados, el camino de vuelta se hace eterno, ya con la noche bien entrada, llegamos al camping en Marahau casi fuera de hora… un ratito de tranquilidad y a la cama a recargar fuerzas, que mañana nos espera una larga caminata!