Amanecemos en White Bay camping, y tras una
vueltecilla para ver la playa que tenemos a pocos metros, y de un nuevo intento
fallido de ver las luciérnagas, preparamos el petate y nos ponemos en marcha.
El primer tramo de carretera nos lleva hasta Blenheim,
otra de las localidades más pobladas de esta zona, arropada a las afueras por
multitud de viñedos y bodegas que hacen de ella uno de los lugares destacados de
la Marlborough Wine Trail.
Nada más abandonar Blenheim, la carretera se pega
a la costa, y nos asomamos por vez primera al Océano Pacífico Sur. Durante cerca
de 60km avanzamos contemplando el mar a nuestro lado, pero sin que haya absolutamente nada
más a nuestro alrededor… ni siquiera un acceso por el que poder acceder a la
playa.
En pocos minutos, el tiempo se pone feo, y empieza a
llover bastante, haciendo que el mar se muestre aún más salvaje, con multitud
de aves revoloteando en cada conjunto de rocas.
Nos detenemos al llegar a Kekerengu, un peculiar
restaurante/café en mitad de la nada, y prácticamente único lugar desde el que
se puede acceder a la playa, sin embargo hace un frío y un aire que hacen el
paseo muy poco apacible… vuelta a la fuego y a seguir conduciendo con el
limpiaparabrisas escupiendo agua sin parar.
Íbamos avisados por la guía de que en esta zona
podríamos observar focas, y no tardamos en dar con ellas. Al detenernos en un pequeño
área de descanso pegado al mar, vemos las primeras, tendidas a sus anchas, que
nos sorprenden por su imponente tamaño, y por el olor súper desagradable que
desprenden…
Ni que decir tiene que éstas están más que acostumbradas
a los humanos, pero aún así en el momento en que consideran que te estás aproximando
demasiado, sacan su genio a relucir en forma de gruñido, avisándote de que corres
peligro de sufrir un mordisco… hay que tener cuidado porque son muy agresivas,
y sin duda viendo su envergadura, tiene que hacer pupa!
Continuamos por la carretera, dándonos cuenta de
que lo que hemos visto era sólo la bienvenida… en los alrededores de Ohau, toda
la costa se encuentra completamente abarrotada de focas… las hay por todos los
lados… miles de ellas, de todos los tamaños, formando una comunidad inmensa que
tiene aquí su hábitat natural. Alucinante!
Aunque la lluvia iba y venía, nos decidimos a
intentar hacer un paseo a pie que lleva hasta una cascada llamada Ohau Seals
Pupp Track, o sea el “el camino de las foquitas”. Se denomina así porque hemos
leído que en época de cría, es fácil encontrarse con focas pequeñas que
ascienden por el torrente de agua dulce y se divierten jugueteando con el resto
de sus nuevos amiguitos en las pozas.
Lo que no nos podíamos esperar es que hubiera tantísimas…
aquello parecía un parque temático de focas, con las crías correteando de un
lugar a otro, saltando, peleándose y persiguiéndose unas a otras… sencillamente
espectacular!
Con la sonrisa de oreja a oreja y todavía flipando
con las mini-focas, nos vamos aproximando a Kaikoura, nuestro destino del día. Si
antes llovía, ahora está cayendo el diluvio universal, y no tiene pinta de que
vaya a parar en todo el día… con este panorama poco partido le vamos a sacar a
la tarde... al menos habrá que comer!
Kaikoura es un punto de visita imprescindible porque
en sus alrededores se pueden hacer avistamientos de ballenas, delfines y albatros,
el ave marina más grande del planeta. De todo ello, lo de las ballenas lo teníamos
en la lista, ya que te dan una garantía casi absoluta de que podrás verlas. Al
final viendo lo mal que está el tiempo, y que la excursión vale pasta, después
de darle unas cuantas vueltas decidimos no hacerlo, aunque se nos queda ahí la
cosilla de no saber cuándo volveremos a tener la oportunidad…
El plan alternativo es hacer una ruta de unas 3
horas por los alrededores, pero con este aguacero no tiene sentido ninguno… así
que no hay mucho más que relajarse, tomarnos un café para entrar en calor, y
buscar un sitio agradable donde pasar la noche… como ya somos expertos en estas
lides, buscamos un camping con jacuzzi al aire libre, de agua caliente por
supuesto, en el que poder poner al mal tiempo buena cara… y es una gran elección…
esto es un inventazo!
Y así, rematando las pocas existencias que nos
quedan, y con la sensación rara de ser la última noche, nos fuimos a dormir por
última vez en nuestra querida furgoneta!
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