Solamente hay una empresa que ofrece paseos guiados por este
glaciar: Fox Glacier Guiding. En realidad, es la misma que lo lleva haciendo desde
1928, año en el que una de las primeras personas en instalarse en este lugar
remoto, levantó un hotel en el que ofrecía a los clientes la posibilidad de ver
esta maravilla natural. Aún hoy, sin grandes aglomeraciones ni otras
posibilidades, sigue siendo el único modo de ir más allá de la lengua del
glaciar y poder sentir el hielo en su pura esencia.
Hay varias modalidades: paseos de medio día, combinaciones con helicóptero,
e incluso escalada para los más atrevidos, y también claro está, para quiénes
tengan más presupuesto :)
Nuestra elección es el Full Day Tour, comenzando a las 9:30 de la
mañana y hasta las 16:30. Es decir, 7 horas de actividad de las que alrededor
de 4 se pasan con los crampones pisando el glaciar.
Todo está muy bien organizado. Tras recoger el equipamiento, nos
llevan hasta la base del glaciar, donde emprendemos la ruta de la mano de nuestra
coordinadora, una chica neozelandesa super maja, Anna, que está encantada con
su trabajo.
Desde los primeros pasos, el sol nos sonríe, mientras transitamos
por el primer tramo hasta la lengua del glaciar. En lugar de recorrer el
sendero habitual, ascendemos por la ladera de la montaña, que ofrece unas
preciosas vistas desde lo alto, rodeados de un rainforest.
Casi hora y media después, que se hace muy amena por todas las curiosidades
que nos van explicando. Por ejemplo, que algo que hace especiales a los
glaciares de Nueva Zelanda, es que se encuentran a muy pocos kilómetros del
mar, a unos 13km en el caso de Fox Glacier, y que su lengua arranca a tan sólo 250m altitud. Eso sí tras
él, emergen las cordillera de Mt. Aoraki, con sus 3000m. De hecho,
antiguamente el glaciar llegaba hasta el mar… y con el paso del tiempo se ha
ido retrayendo. Y ésto es incluso visible con imágenes de los últimos años, en
los que se aprecia como el inicio del glaciar se ha ido desplazando.
Nos llega la hora de calzarnos los crampones. A partir de aquí nos
enfrentamos a una superficie desconocida, nada parecida a la nieve, pero a los
pocos pasos, con la ayuda de un bastón comenzamos a dominar el terreno.
Vamos siendo conscientes de que estamos sobre un elemento vivo. Un
glaciar no es otra cosa que un río de hielo, por lo que su estructura y sus
formaciones van variando constantemente, mientras el agua va fluyendo bajo
nuestros pies creando cuevas y agujeros que hacen que sea visible desde la
superficie. Como nos comenta la guía, ésta es la magia de este entorno, que
cada día resulta diferente, con nuevas cavidades y nuevos elementos que van
modelando el paisaje haciéndolo completamente dinámico.
Llama la atención que el hielo del glaciar tiene un color más azulado
y es más denso del que estamos acostumbrados. El motivo es que está formado a
base de acumulación de nieve en las capas superiores, que hacen que se vaya
fundiendo y aplastando las de las capas inferiores. Ello se observa sobre todo
al asomarnos a alguno de los abruptos agujeros que se pierden en las profundidades
acompañados del sonido del agua subterránea.
El día tan bueno del que estábamos disfrutando comienza a torcerse
de un momento a otro. Y es que los cambios de tiempo en este entorno son casi
instantáneos. En un momento, las nubes nos cubren por completo y el agua nos
comienza a calar. Tememos que vaya a pasarnos lo mismo que el día anterior. Por
suerte dura sólo un ratito y no nos
enturbia la visita, eso sí, nos hace sentir la hostilidad del entorno en cuanto
bajan las temperaturas… la sensación placentera que teníamos caminando bajo el
sol desaparece por completo y el frío se te mete hasta los huesos.
A medida que avanzamos, nos aproximamos a zonas más escarpadas, donde
el hielo ha ido construyendo paredes más verticales, ventanas, arcos, molinos
de agua… un sin fin de esculturas naturales que unidas a la grandiosidad de las
montañas que nos rodean, nos dejan sin palabras.
Unos tras otros, vamos caminando con la guía abriéndonos paso en ocasiones
con el pico para que podamos continuar. Aunque todos en grupo, y sin gran
riesgo, al mirar la hilera de “trampers” , nos parece como estar en una
expedición de Al filo de lo imposible!
En el camino de vuelta bajamos por otro lado pudiendo observar
otras cuevas, en alguna de las cuáles tienen unas dimensiones tales que podemos
hasta meternos dentro!
El día se ha pasado volando, y lo hemos disfrutado a tope! Sin
duda este tour va a ser un de los highlights of the trip!
Pero el día aún no se ha acabado, con el subidón de energía que
llevamos, decidimos que mejor aprovechar y darle un poco a la furgoneta para
poder hacer noche en algún punto más al norte de la West Coast.
Eso hacemos, entre lluvia y una oscuridad casi
total, tras casi dos horas llegamos a Hokitika. A pesar de la paliza ha
merecido la pena, aún nos da tiempo a hacer la compra, y a tomarnos una cervecita
en un pub, que nos la habíamos ganado!
Echamos un vistazo y hay un camping DOC
en los alredores… eso sí, al intentar encontrarlo nos damos cuenta de que está
perdido absolutamente en mitad de la nada… no sabemos cómo, pero al final
conseguimos llegar… se nota que ya hemos pasado unas cuántas de éstas…
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