lunes, 22 de abril de 2013

Nueva Zelanda (7): Festival de color

Después de un par de días intensos y la paliza de conducir del día anterior, bajamos un poco el ritmo. Toca día tranquilo, y el entorno acompaña. El camping está ubicado en un lugar privilegiado. El lago Wakatipu nos ofrece una perspectiva que hasta ahora no habíamos visto, e igual de espectacular que las anteriores. 


Desayuno relajado... 


y paseo por la orilla... no hay mejor forma de arrancar el día!


Avanzamos, deteniéndonos cada pocos kilómetros para disfrutar de las imágenes que nos ofrece el Otoño, que en esta zona luce en su máxima expresión. En el camino, nos sorprende a pies de la carretera el Lago Hayes.


El sol hace su aparición y no nos resistimos a parar y deleitarnos con esta vista magnífica. Allí sentados, apreciando este paisaje, nos sentimos desbordados por la grandeza de este país. Belleza en estado puro!


Continuamos hasta llegar a Arrowtown. Un pequeño pueblo ubicado a los pies de una montaña, que durante la época otoñal recibe la visita de multitud de turistas, ya que la ladera que emerge desde el mismo se cubre con toda la gama de colores que uno pudiera imaginar. Viendo el conjunto de tonalidades da la sensación de que un pintor hubiera ido coloreando con su pincel una a una todas las hojas de cada árbol.


La calle principal del pueblo, tiene también mucho encanto. Casas antiguas flanqueadas por enormes árboles amarillentos y multitud de hojas salpicando las aceras impregnándolas de color... una imagen de postal!


La hora de comer se nos ha echado encima, y tirar tantas fotos da mucho hambre! Así que decidimos hacer un picnic improvisado a los pies del río... una vez más un lugar idílico!


De ahí nos encaminamos a ver la otra gran atracción de este lugar, su asentamiento chino. No es un barrio chino de los que estamos acostumbrados... sino una antigua comunidad de casas de mineros, que vinieron a esta ciudad en su época de esplendor, durante la fiebre del oro.


A diferencia de otros asentamientos, que acababan desmantelados en pocos meses cuando el oro escaseaba, en este caso, quizás por la envidiable situación de este pueblo, los habitantes chinos se quedaron más tiempo.

El conjunto es muy interesante, y las casas, muy humildes, se han convertido en un icono de los más fotografiados del país. Principalmente en Otoño, ya que se integran en el paisaje como si siempre hubieran estado ahí.


Tomamos dirección norte hacia Wanaka. La furgoneta sufre, ya que ascendemos por la carretera más elevada de toda la Isla. Desde el mirador, se ve como las curvas se van retorciendo para hacer frente a la pendiente.


Comienza a llover y las vistas se estropean. Llegamos a Wanaka, donde teníamos intención de echar un rato pero con el tiempo así decidimos continuar. Es una pena, porque tiene buena pinta. A los pies del lago del mismo nombre, y a pocos kilómetros de algunas de las mejores estaciones de ski, es uno de los resorts típicos durante la época invernal para disfrutar de la nieve que cubre esta zona del estado de Otago.

La lluvia cesa. Abandonamos el lago Wanaka para conducir en paralelo al Lago Hawea, Otra maravilla, que a estas horas en las que cae la noche, cuando los tonos azulados del cielo se fusionan con el agua, resulta alucinante. Tanto es así, que de tan ensimismados que vamos con el paisaje que observamos a través de la ventana, conducimos kilómetros sin decir ni palabra.


De nuevo, la carretera se encuentra con el lago Wanaka, en cuya orilla vamos a hacer noche, en el camping Boundary Creek, cerca de Makarora. 

Acampamos en una ubicación privilegiada a los pies del lago, una más. Cervecita, cena, charla con un chaval neozelandés que está recorriendo la isla en bici... y a las 22:00 a la camita como los niños buenos... mañana ponemos rumbo al Oeste!

1 comentario: