jueves, 18 de abril de 2013

Nueva Zelanda (3) - Mount Cook: en la cima de los Alpes neozelandeses


El despertador suena temprano y casi sin abrir los ojos miramos al cielo a ver cómo está el tiempo. El cielo está cubierto, así que el panorama no es muy prometedor. Aún así nos dirigimos hacia la base del Aoraki/Mount Cook con la esperanza de que vaya despándose a medida que transcurra el día. En el coche nos damos cuenta de la suerte que hemos tenido el día anterior con ese cielo azul que nos permitió ver la grandeza de este entorno en su máxima expresión.

Tenemos dudas de qué hacer, así que dónde mejor para ayudarnos a decidir que en el centro de usuarios del Parque. Las preguntas son claras: ¿cuál es el pronóstico? ¿abrirá el cielo? ¿merece la pena subir aunque haya nubes? La chica nos dice que puede pasar cualquier cosa pero que en todo caso merece la pena intentarlo, y siempre cabe la posibilidad de llegar a la mitad y desde ahí decidir dependiendo de las condiciones. Eso sí, nos advierte: "mucho cuidadito con la niebla!!"


Nos autoconvencemos de que vamos a tener suerte, así que nos echamos la mochila a los hombros y arrancamos con destino Mueller Hut. Por delante nos esperan unas 6 horas de ruta con un desnivel de unos 1000 metros y ascendiendo hasta 1800 metros, adentrándonos en los Alpes del Sur, la cordillera montañosa más elevada de Nueva Zelanda.

Tras pocos metros de camino comenzamos a subir escalones, y a medida que cogemos altura, van creciendo nuestras esperanzas de que la nubes se disipen. Los peldaños se cuentan por cientos, en una escalera infinita que se va encaramando sobre la ladera de la montaña. No cuesta subir, ya que la vista a nuestro alrededor es imponente.


En menos tiempo del que habíamos previsto, llegamos a la parada intermedia, el Sealy Tarns. Un lugar espectacular, a los pies de un pequeño lago, perfecto para detenernos y dejarnos deslumbrar por este paisaje majestuoso mires hacia donde mires.


En estas condiciones imposible pensar en darse la vuelta y no llegar hasta la cima. El camino se torna ahora mucho más exigente, más empinado e irregular. Paso a paso nos vamos cruzando con algunos otros "trampers" que bajan cargados con pesadas mochilas tras haber pasado la noche en el refugio ubicado en la cumbre. Lástima que el tiempo no nos dé para poder pasar una noche...


Las nubes continúan yendo y viniendo a su antojo. A mitad de la subida, cuando el terreno ya empieza a pesar y las fuerzan comienzan a flaquear, tenemos un momento de crisis. La niebla ha caído de repente sobre nosotros, la temperatura ha descendido notablemente y además estamos más cansados. Después de unos minutos de duda, seguimos hacia delante.


Un par de rampas más y alcanzamos la cima. Ante nosotros una cordillera de montañas nevadas que nos rodean por todos los flancos. Las nubes siguen presentes y no nos permiten tener la imagen perfecta, pero aún así la sensación de estar rozando el cielo de Nueva Zelanda es abrumadora.


Admirando las vistas oímos un estruendo tremendo, y observamos como las avalanchas se abren camino en las laderas formando cascadas de hielo. Contemplando el espectáculo aprovechamos para recuperar fuerzas... nos hubiéramos comido un buey, pero nos tuvimos que conformar con una manzana, eso sí, supo a gloria!


Desde ahí podíamos haber continuado hasta el refugio, pero las condiciones no nos hubieran permitido ver mucho más, así que ponemos rumbo a la base. Temíamos que la bajada fuera a ser igual o más dura que la subida por lo irregular del terreno, sin embargo cuando nos queremos dar cuenta llegamos de nuevo a la zona intermedia. 

Desde ahí toca enfrentarse otra vez a los centenares de escalones... con las rodillas algo reventadas, llegamos al coche después de unas 5 horas y con una sola idea en la cabeza: comer!!!


No hay tiempo de demorarse mucho. Queremos llegar a hacer noche a Queenstown, y eso significa más de 3 horas de coche, así que nos ponemos en camino del tirón. Con Leo y Nacho dando cabezadas, disfruto como un enano conduciendo de vuelta despidiéndonos del Lago Pukaki.

Superado este tramo, la carretera no deja de deleitarnos. Una panorámica preciosa se va sucediendo a ambos lados de la calzada. Vamos justos de tiempo, pero no podemos evitar detenernos de vez en cuando a degustar algunos rincones... 


Extasiados por el paisaje, nos adentramos en una zona llamada Lillies Pass. Los Pass son tramos de carretera que pueden llegar a recorrer cientos de kilómetros atravesando vastas extensiones completamente deshabitadas. De hecho, solamente las torres de la luz hacen sentir la presencia del ser humano, si no fuera por ello, podrías creer que nunca nadie ha pisado jamás esos parajes...


El terreno aquí va adquiriendo un aspecto mucho más rocoso, rojizo, como volcánico. Un carácter casi inerte. Las brechas se suceden en el horizonte con abruptas formaciones elevándose como si tuvieran vida propia. Un lugar que nos deja boquiabiertos... y más aún por el contraste con el paisaje que veníamos presenciando solamente unos kilómetros antes.


La fiesta continúa y con el sol brindando sus últimos rayos no hay quien se resista a parar a fotografiar cada estampa!


Con tanto parar, se nos cae la noche encima. Por primera vez nos va a tocar un buen tramo de conducción nocturna. Por suerte, a diferencia de Australia, los animales aquí brillan por su ausencia, por lo que se puede estirar el día sin peligro de llevarte un bicho por delante. La lástima es lo que dejas por ver. Lo que de día son paisajes alucinantes, de noche se vuelve una oscuridad sobrecogedora.



Cansados ya de furgoneta por fin llegamos a Queenstown. Un poco de estirar las piernas y un Big Mac, que con la paliza que llevamos encima hoy no hay ganas de preparar ni un sandwich.

Vemos unos carteles que prohíben acampar en el perímetro de la ciudad, delimitados por algunas calles. Así que nos toca alejarnos del centro, y acabamos tirados en un polígono a las afueras. Siempre que estás con la furgo en las ciudades tienes la sensación de andar mendigueando... pero estamos tan cansados que no le damos más vueltas. A dormir que mañana será otro día, y hoy ha sido  uno de esos que no olvidaremos!

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