Nos despierta el movimiento que
empieza a escucharse en el polígono. Ponemos un pie fuera de la furgoneta y nos
llevamos una sorpresita de lo más desagradable para comenzar el día: nos han
cascado una multa por dormir donde no se debe, y lo peor es que ha sido sólo
hace 10 minutos!
Intentamos mirar aquí y allá a ver
si tenemos la suerte de enganchar al policía y explicarle que precisamente nos
hemos ido allí perdidos porque habíamos entendido que en esa calle sí podíamos dormir
por estar alejada de la ciudad. No vemos a nadie… la hemos jodido!
Con el plan nómada que llevamos decidimos que lo mejor es pagar cuanto antes. Nos acercamos a las oficinas del ayuntamiento indignados porque vemos gente durmiendo en sitios mucho más cantosos que donde habíamos aparcado nosotros. Al llegar nos aclaran que el tema calle lo hemos entendido perfectamente, pero que sin embargo, esos límites son
válidos solamente para las llamadas "self-contained", es decir, las furgonetas que
o bien llevan baño incorporado, o tienen un baño portátil, o sea un puñetero
orinal! Se las identifica con una pegatina, y como nuestra furgoneta no la
lleva, pues nos la han cascado… Al parecer la ley a cambiado hace pocos meses,
ya que antes si se era más permisivo, pero debido al gran número de furgonetas
circulando, ahora es más restrictiva…
En fin, que después de maldecir una
y mil veces a los que nos han alquilado la furgoneta por no decirnos
nada, pagamos con todo el dolor los 200 dólares que nos cuesta la broma…
Superado el disgusto, damos una
vueltecilla por Queenstown, conocida como una de las capitales del deporte extremo
a nivel mundial. La fama le viene especialmente porque en sus alrededores se
originó el puenting. Sin embargo además de éste, ofrece casi cualquier otro
tipo de experiencia por tierra mar o aire…
Habría estado chulo hacer algo, pero tanto por presupuesto como por tiempo no nos cuadra demasiado, así que nos vamos con la adrenalina tal cual como llegamos... dormir en el polígono ha sido nuestro deporte de riesgo :((
Queenstown es la capital del Estado
de Otago, y está situada en un entorno privilegiado. A los pies del lago
Wakatipu, uno de los más extensos de Nueva Zelanda. De todo lo que hemos visto
hasta ahora es lo único con apariencia de ciudad, o al menos de pueblo grande. En realidad hablamos de unas cuantas calles con algunas tiendas, y una zona residencial que ocupa las orillas del lago.
Una vez terminada la visita, y tras
cargar la furgoneta con provisiones, ponemos destino a uno de los platos fuerte
de nuestro viaje: Fiordland, la llamada región de los lagos del Sur.
Tenemos más de dos horas por
delante. La carretera recorre el Lago Wakatipu brindándonos algunas de las
imágenes más bonitas que hemos visto hasta ahora. Sencillamente majestuoso!
En cambio, pasados unos kilómetros,
el tiempo se complica y la lluvia hace acto de presencia. Cada vez con más
fuerza, no nos permite si quiera ver el paisaje, completamente cubierto de
nubes. El pronóstico pinta feo para los próximos días, esperemos que no acierte…
Aterrizamos en Manapouri, puerta de
entrada de Fiordland. Hace un aire brutal y un frío que
pela, parece mentira que hace unas horas estuviéramos en manga corta. No queda más remedio que montárnoslo en la furgoneta. Comida tristona, pero al menos calienta el
cuerpo.
Echamos un vistazo al lago Manapouri, pero con esta rasca no está la cosa para paseos, y además el lago no luce demasiado. Nos dirigimos a Te Anau, donde se encuentra el
centro de visitantes para planificar nuestros días en esta zona.
Hay multitud de opciones: cruceros
y rutas para recorrer por mar o por tierra los rincones más impresionantes de
uno de los lugares más vírgenes que quedan en nuestro planeta. Una de las
mejores opciones, si se tiene el tiempo que requiere, es hacer uno de los llamados
Great Walks: hay numerosos en Nueva Zelanda, y algunos de los mejores, se
encuentran en esta zona. Consiste en una selección de rutas por etapas de hasta
4 ó 5 días que te permiten perderte por lo más recóndito de los Parques
Naturales, y que ofrecen la posibilidad de dormir en refugios ubicados en
lugares impresionantes, alejados de todo y de todos.
Para los que nos tenemos tanto
tiempo, a lo largo de la Milford Road (la carretera que transcurre desde Te Anau a Milford Sound) hay muchas rutas de medio día o de día
entero, que permiten adentrarse en este entorno único. Así, con las ideas más
claras de cómo organizarnos, nos relajamos dando un paseo por los alrededores
del Lago Te Anau, con el Otoño haciendo de las suyas.
Acampamos en Henrick Creek, un camping
cercano a Te Anau, a los pies de otro lago. No hay prácticamente nadie. El ambiente es húmedo y el frío se mete en los huesos. Aún así, cerveza en mano, merece la pena soportarlo para ver
como la noche va cayendo sobre las aguas.
Cena en la furgoneta y charlita a
los pies del lago bajo la luz de la Luna con un toque de lo más místico... cuando nos paramos a pensar dónde
estamos se nos ponen los pelos de punta!
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