Una mañana más, comenzamos
el día en un lugar privilegiado, a los pies del Lago Wanaka.
Nos espera un largo camino
por delante en el que abandonaremos Otago rumbo a la West Coast. La forma de
hacerlo es cruzando el Hasst Pass, uno de los pasos que atraviesan los Alpes
del Sur, transcurriendo durante 80 kilómetros entre Makarora y Hasst sin que
haya absolutamente nada más que naturaleza. Por este motivo, está protegido como patrimonio
de la Unesco, bajo el nombre de Mount Aspiring National Park.
El paisaje es salvaje: una
sucesión de montañas hasta donde alcanza la vista, absolutamente tupidas de
árboles sin que pueda verse si quiera un rincón que no sea verde. El único
contraste lo hace el agua que fluye a sus anchas, ya que en esta zona del país
la lluvia es el estado natural.
A pies de la carretera hay
algunos puntos donde detenerse. De ellos, destacan las Blue Pools, un arroyo en
el que se pueden observar una piscinas de agua azul tan cristalina que parece
que tiene color propio.
También salen a nuestro
paso algunas cascadas, que aun estando en la época menos lluviosa, empapan las
laderas de las montañas alimentando el río Haast.
Posiblemente sea la zona en la que más te des cuenta del número tan reducido de gente que vive en la Isla
Sur de Nueva Zelanda. Casi en el centro del país, puedes conducir durante horas
sin encontrarte ni un solo pueblo, e incluso las casas se pueden contar con los
dedos de una mano. Por ello, casi la totalidad de los vehículos que nos
cruzábamos, muy de vez en cuando, eran furgonetas o caravanas… se puede decir sin equivocarse, que la única razón de ser de esta carretera es el turismo, ya que aquí no vive
nadie!
Y por este motivo no te puedes
si quiera fiar de los mapas. Ya que las poblaciones que aparecen destacadas no
son más que cuatro casas, y en algunos casos ni eso. Lo pudimos comprobar al
llegar a Haast, donde nos esperábamos una gran población, y al llegar nos sorprendió una pequeña comunidad de unos 300 habitantes, con un centro de visitantes, pero sin
que exista cobertura de teléfono, ni servicio de internet ni allí, ni en
cientos de kilómetros a la redonda.
Seguimos adelante, hasta
asomarnos a la costa… por fin vemos la playa! Damos un paseo por Ship Creek, una
playa de arena blanca y dunas, con el mar arremetiendo con fuerza contra sus
orillas. El sitio es precioso, pero cualquiera se atreve a darse un baño!
Bordeando los acantilados vamos
disfrutando de un paisaje muy diferente a lo que habíamos visto hasta ahora,
con el mar precipitándose abrupto al lado de la carretera.
Después de todo el día de viaje, podemos disfrutar de una parada muy agradable en el
Lago Paringa a media tarde.
Desde allí ya estamos cerca
de nuestra meta, Fox Glaciar. En las proximidades, se observa un cierto
carácter rural, pero al llegar, nos sorprende que no es más que un pequeño
resort con algo de alojamiento y una gasolinera. Bien es verdad, que tras todo
el día sin ver un pueblo, nos parece hasta un centro urbano.
Aquí todo gira en torno al
glaciar Fox: rutas guiadas y visitas en helicóptero son las dos posibilidades
para entrar en contacto con el glaciar.
Nos decantamos por hacer la
ruta guiada, para pasar el día entero sobre el glaciar. Es la única forma de
pisar sobre él, ya que por libre sólo puedes acceder hasta la lengua, y a partir
de ahí está restringido.
Al ir al centro de
reservas, nuestro gozo en un pozo! Ya no quedan plazas para mañana para la
excusión de día completo. Y la de mediodía sólo supone estar solamente una hora
pisando el hielo. Nos trastoca todos los planes, ya que no pensábamos pasar más
que un día aquí.
Después de valorar las opciones, decidimos que merece la pena esperar al día siguiente. Aunque no nos sobran los
días, nos podemos permitir echar un día más en esta zona y de paso descansar de
coche que no nos va a venir nada mal después de los palizones que nos estamos
pegando.
Noche tranquila pensando que estamos en el ecuador del viaje y hemos visto ya una barbaridad de lugares increíbles... y lo que nos queda!
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